lunes, 13 de junio de 2022

MUNDIAL DE ESCRITURA III DIA I

 DIA 1 - LA PEOR CELEBRACIÓN

La fiesta olvidable

Hace un par de meses me desperté sobresaltada, no encontré en ese momento un motivo específico, pero sentía que el aire se me escapaba de los pulmones y me costaba recuperarlo. Me levanté de la cama como pude y fui al baño. Me lavé la cara y los dientes. Me miré al espejo y las ojeras me llegaban a las mejillas. Tomé mis maquillajes e hice lo que pude para refrescar la expresión de cansancio de toda la cara.

Puse la pava en la hornalla como todos los días y prendí la pc. Me preparé un desayuno acotado y abrí los mails.  El recordatorio de que era viernes y tenía ese evento me deprimió bastante. Intenté ignorarlo durante el transcurso de las horas, me metí de lleno en el trabajo y cual arena escapándose entre mis dedos, los minutos pasaron rapidísimo.

Eran las siete de la tarde y en media hora tenía turno para la peluquería. Mi madre insistió en que me arreglara para esta fiesta, pero no sentía ánimos para hacerlo. No asistí obviamente, decidí peinarme yo misma, con un rodete simple y unas hebillas brillantes, que mi abuela me había heredado unos años atrás.

Martín siempre me decía que el rojo resaltaba mucho mi silueta y que el negro apagaba demasiado mi mirada. En su honor elegí un vestido largo con mangas sin escote bordó, para equilibrar. Los zapatos me los había prestado mi mamá porque hace mucho no salía a comprarme ropa o calzado.

Habían pasado apenas tres meses de la última vez que nos abrazamos y nos dijimos te amo. Nos casamos siendo muy chicos pero siempre nos quisimos mucho. No pasaba un día sin que nos abracemos fuerte y sin que nos riamos de todo. La enfermedad llegó de la misma manera en la que se llevó su último suspiro, fuerte y rápido.

La invitación decía que el horario para ingresar al salón eran las veintiún horas. Llegué cinco minutos antes, estacioné el auto y saqué un cigarrillo para calmar un poco la ansiedad que me generaba estar ahí. Vi a lo lejos que llegaban mis padres y los esperé para entrar juntos, pensé que quizás estaríamos ubicados en la misma mesa… Más equivocada no podía estar.

Mis padres fueron ubicados junto a sus hermanos y parejas (la mesa de los tíos, ¿quizás?). Bien, dilucidé que la mesa de los primos estaría cerca para poder ponerme al día con ellos. Otro error, en mi mesa aún no había llegado nadie, era la número diecisiete.

Mientras pasaban los minutos se iban sentando a mi lado una serie de personas desconocidas. Me pareció raro y a la vez no le di demasiada importancia, ya que estaba ahí por insistencia de mi madre y para cumplir con un designio familiar. No era muy cercana a Isabel, pero siempre estuve atenta a las historias que mi tía Rosita contaba de ella aquellas tardes en lo de mamá. Tuvo una infancia dura y deseaba que por fin hubiese encontrado esa vida tranquila al lado de Sergio, el novio.

— ¿Viniste sola? —escuché una voz gruesa y profunda.

— Sí… —dije algo encorvada de la timidez.

— ¿De parte de la novia o el novio?

— De la novia, Isa es mi prima. Rosita es la hermana de mi vieja —le conté sin necesidad.

— Ah, Sergio es mi primo segundo, no sé exactamente cómo terminé acá en realidad… —me dijo como esperando una reacción que nunca llegó.

— Soy Valeria, mucho gusto —le extendí la mano.

— Manuel.

La noche pasó bastante rápido, gracias a que la mayoría de mis compañeros de mesa eran muy agradables y las charlas eran muy amenas. Manu resultó ser viudo también, había perdido a su mujer dos años atrás en un accidente automovilístico. Decidí no hacer demasiadas preguntas, ya que siempre es duro recordar ese tipo de cosas. Al escuchar que contábamos nuestros pasados no tan lejanos, el resto de los comensales fueron contando sus propias historias y nos quedamos anonadados al darnos cuenta que en esa mesa diecisiete éramos todas personas solas y con recuerdos tristes.

Quizás adrede, quizás no, pero la marca la teníamos, éramos la mesa de la desgracia.

Silvana Girardi

 

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